miércoles, 2 de noviembre de 2011

Leopoldo Presas

La huella de Spilimbergo
Leopoldo Presas había nacido en Buenos Aires el 21 de febrero de 1915, en un humilde hogar de Barracas. Ingresó en la Academia Nacional de Bellas Artes, que abandonó tras pocos años para asistir a las clases particulares del maestro Lino Enea Spilimbergo en la Escuela de Artes Gráficas, mientras se ganaba la vida diseñando estampados para textiles. La educación del trazo que dejó Spilimbergo en el joven Presas no abandonó jamás su pintura.
En 1939 integró el Grupo Orión, con Luis Barragán, Vicente Forte, Juan Fuentes e Ideal Sánchez, entre otros, con una estética ecléctica, pero influida por el surrealismo y la pintura metafísica. Enseguida debió privilegiar el trabajo como diseñador textil y abandonó la pintura, a la que regresó años más tarde, gracias a la inspiración y la insistencia de su amigo Santiago Cogorno. En esos años conoció a su mujer, Elsa Legaspi Salgado, con quien tuvo tres hijos.
En 1946, Presas realizó su primera exposición individual y en esos años empezó a enviar obras a los salones. Obtuvo numerosos premios, entre ellos algunos de los más importantes del país, como el Gran Premio de Honor del Salón Nacional, en 1959, y el Premio Palanza, en 1963. En esos años realizó, en colaboración con Torres Agüero, uno de los murales de la galería Santa Fe, que popularizó su nombre.
Fue en la década del 60, ya en plena consagración profesional, cuando se produjeron los cambios más radicales de su pintura, y pasó de la inspiración cubista a una impronta expresionista y gestual, con una materia cada vez más abundante.
Vivió en París entre 1979 y 1987, donde, paradójicamente, pintó su serie de puertos dedicada al Riachuelo de Buenos Aires. De regreso a la Argentina, continuó pintando incansablemente en su taller de Núñez, que, como sucedía en el que había tenido años antes en Cerrito y Santa Fe, se convirtió en lugar de encuentro de amigos y discípulos que lo seguían con admiración.
Pintor de óleo y témpera, Presas era un excelente dibujante; practicó la técnica de los tapices y fundó en 1972 en La Boca el Taller de la Orilla, especializado en impresiones litográficas, serigráficas y otras técnicas de grabado artístico.
La protagonista constante de su pintura fue la figura humana, sobre todo la femenina, su inspiración más frecuente, que pintó con ternura y con sensualidad. Las naturalezas muertas, las flores y los retratos fueron sus otros temas recurrentes, aunque también creó obras de crítica social, como su serie de los cerdos, la inquietante serie de crucifixiones, los motivos de la Guerra de Vietnam y las pinturas eróticas.
Admirador de Chesterton y Wells, jugador de ajedrez, "Toto" era un hombre amable y bondadoso. Realizó múltiples exposiciones en el extranjero y participó de las bienales de Venecia y San Pablo con sus obras.
Las exposiciones retrospectivas más recientes de su obra en Buenos Aires se realizaron en 1994 en el Palais de Glace (organizada por la galería Zurbarán), en 2006 en el Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, y entre noviembre de 2008 y marzo de 2009 en el Museo Sívori. En los últimos años, había ganado el Premio a la Trayectoria del Fondo Nacional de las Artes (2001) y el Premio Cultura Nación (2007).
Presas estaba convencido de que la habilidad de pintar podía apagarse de pronto. "Uno puede despertarse un día y ya no ser más pintor", dijo en 1975, en una entrevista.
Siguió: "Uno finalmente se va a morir, y eso es un poco más serio que dejar de pintar, porque la vida es más importante que la pintura. Igual que para morir, hay que estar preparado para dejar de ser pintor cuando Dios quiera". A Leopoldo Presas, la vida se le terminó antes que la pasión por la pintura.
Falleció en junio de 2009, a los 94 años.

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